El metro hizo un arranque en falso y sonó una alarma como campanilla de colegio. Siguió por varios segundos -y cada uno pensé que el metro iba a explotar-, una chica vio mi cara de miedo y la imitó automáticamente. Mi asociación fue una cosa ridícula, y comprobé que el pensamiento de grupo no tiene nada que ver con la lógica o sentido común.